Fecha
;16 de abril de 1894
Alcance y Contenido
A. Atienza y Medrano;Se ha convocado para este año por el Ateneo Argentino á los artistas nacionales y extranjeros con el fin de que concurran á la segunda Exposición de Bellas Artes que va á efectuarse en sus salones. El éxito del primer certamen, donde figuraron obras de mucho mérito, debe alentar á los pintores, escultores y grabadores residentes en la República, porque ellos son los que mejor pueden aquilatar la eficacia de estas exhibiciones periódicas en la formación del gusto del público y en la protección que por tal camino puede alcanzar el cultivo de las artes entre nosotros. Doloroso es consignar, que, á pesar de los buenos auspicios con que nació el Ateneo y de los rápidos progresos que hizo en los primeros momentos de su existencia, ha sufrido luego una paralización en su marcha, que, de no corregirse á tiempo, pudiera conducir fácilmente á un completo fracaso. Sin duda ninguna puede señalarse como causa principal de esta desanimación la pereza intelectual de las clases ilustradas, que, solicitadas por otros estímulos, no prestan á esta obra de interés nacional la cooperación que debieran. Si se quiere vencer esta inercia, é infundir alientos de vida á la nueva institución, preciso es que sus directores se apresten á modificar un tanto sus carácter, á ensanchar sus horizontes y á procurarle contingentes más poderosos que los que han actuado hasta ahora en su lento desarrollo. Adolece el Ateneo, á nuestro ver, de un carácter excesivamente severo; y bueno es recordar, aplicando calificaciones que han merecido grandezas de esta capital, que sus habitantes son más atenienses que espartanos. La vida mundana se compone sólo de apetitos groseros y pecaminosas liviandades. Muchas de sus aficiones y de sus gustos pueden y deben tener entrada libre en las corporaciones destinadas á difundir la cultura a través de las capas sociales más elevadas. Una institución como el Ateneo no puede vivir en parte alguna, con la sola devoción de los sacerdotes de la ciencia, con los artistas y con el grupo siempre reducido de los iniciadores; necesita el concurso de una gran masa, lo más selecta posible, pero masa al fin, que contribuya con su cuota mensual á sostener los gastos de culto, que contente con ver y con oir, sin tomar parte activa en los trabajos organizados para sostener el movimiento intelectual, y que ponga en su programa diario y en la distribución de su tiempo una hora de la noche para conversar con los amigos, escuchar las discusiones y disfrutar de las veladas, cuando los atractivos de ese centro social tengan poder bastante para determinar una corriente y formar una costumbre. En otros pueblos figuran como socios en esta clase de corporaciones todas las personalidades culminantes de la política, de la milicia, de la banca, de la Universidad. Algunos de estos elementos no se cuentan entre los factores activos de la institución; pero todos ellos, cada cual por distintas razones, arrastran consigo número por lo menos, cuando no calidad y con ellos son transportados á la sala de sesiones del Ateneo los problemas profanos, que dejan en el umbral los resabios de ferocidad e intransigencia adquiridos en medio de la plaza pública, para penetrar en el pacífico recinto y subir á la cátedra revestidos de las formas corteses y exquisitas, propias de una concurrencia culta y educada. De esta manera los Ateneos, aparte de su directa acción civilizadora, ejercen una influencia eficacísima, aunque silenciosa y modesta, templando en la atmósfera tibia de un centro de cultura el hervor de las pasiones encendidas en la lucha diaria y limando con el roce continuo de unas opiniones con otras las afiladas aristas de los caracteres selváticos y las asperezas de los temperamentos formados en la rusticidad de los odios enconados por la discordia. Con fecundidad abrumadora brotan por todas partes asociaciones y centros que toman por enseña el nombre de una personalidad histórica, simulen congresillos, donde se dan aires de tribunos. Cada uno de esos centros tiene su local, publica su periódico ó revista y asiste publicamente á todas las solemnidades, sin que sus trabajos dejen huella más leve, ni cuenten con una dirección acertada é inteligente que los haga fructíferos. Atraer todos estos elementos dispersos al Ateneo Argentino, facilitando su incorporación por cuantos medios sugiera el buen deseo, sería otro recurso poderoso para comunicar á la nueva institución las fuerzas y la animación que empiezan a faltarle. Es imposible que un instituto de este género se sustraiga á las leyes á que viven sometidas todas las creaciones sociales. La primera de esas leyes consiste en mantener íntima comunicación con la sociedad entera, para recibir sus influencias y devolvérselas centuplicadas. Cegar esta comunicación y aislarse del movimiento general podrá ser procedimiento adecuado para mantener una especie de culto secreto, misterioso y aristocrático; pero no para consolidar una robusta institución, como seguramente ha sido el propósito de los ilustrados fundadores del Ateneo.
Ayudas para la búsqueda
2;II;32;172, c. 3 y 173, c. 1 y 2.
Nota del Archivero
Descripción realizada por María Isabel Baldasarre