"MUSEOS, Primera conferencia del ciclo, auspiciada por la Asociación Amigos del Museo, a cargo del del Arq.Alberto Prebisch, octubre, 18 de 1934"

Componente, AR/UBA/FFYL/IHTA/CCBDAA1_2459
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Fecha
;Septiembre y Octubre de 1934
Alcance y Contenido
Arq. Alberto Prebisch;Avery Memorial: Patio central; auditorio; interior; vista de una galería.;"No creo arriesgar una paradoja- ni mucho menos afirmar una novedad- si digo que los museos son una calamidad moderna que prolifera y se sistematiza- claro está- durante el siglo 19. Alguien ha llamado a los Museos- y con razón- camposantos del arte. Por poco que se piense en ello ¿cómo no sentir la aberración que entraña esta enfilada implacable de obras dispares, arrancadas arbitrariamente de su plano natural, que es el plano de la vida? Porque hubo épocas en que el arte estuvo mezclado íntimamente con la vida. Hoy el arte está mezclado e identificado con una vida que es muerte: la vida de un museo.En aquellas épocas felices, el museo era una cosa desconocida. La iglesia, el palacio, la ciudad misma, eran verdaderos museos vivientes. Vivientes porque allí las obras se hallaban en su clima natural. Estaban en su sitio, en el sitio para el que fueron concebidas. Formaban parte de un todo. Tenían un objeto: glorificaban a Dios o glorificaban al hombre. Servían para algo.La gratuidad del arte es un concepto moderno. Hoy en día el arte no sirve para nada. Es un placer solitario y diabólico del artista que lo produce. Y un placer- las más de las veces solitario también- del espectador que lo contempla. Al carecer de un objeto, le falta asimismo esa profunda resonancia que, en las grandes épocas, incorpora la obra de arte a la vida de la colectividad.Una cosa curiosa, que no sé si ha sido registrada hasta ahora, es el hecho de que siempre los designios artísticos de una época han sido expresados en cosas que sirven para algo. El Partenón no fué una cosa gratuita. Ni tampoco lo fueron las catedrales góticas, ni lo que el equívoco lenguaje moderno llama "ornamentos " de las catedrales góticas. Y Giotto y Cimabue y Fra Angélico no pintaban tan sólo por su placer personal. Su objeto superaba el especializado goce estético que es la única razón actual del arte.Porque el arte de hoy- y particularmente la pintura y la escultura, son manifestaciones de una absoluta gratuidad. Y la prueba más concreta y visible de lo que son es que fracasan cuando intentan no serlo. Recordemos, por ejemplo, las fallidas experiencias de una restauración contemporánea del arte religioso, o las vanas tentativas de reestablecer- con un carácter estrechamente decorativo- el perdido vínculo entre la arquitectura y la pintura y la escultura. lo cierto del caso es que la arquitectura, en sus más significativas manifes contemporáneas, no sólo se pasa muy bien sin ellas, sino que, lisa y llanamente, las repudia.La pintura y la escultura actuales están destinadas, más por designio profundo de la época que por voluntad expresa de los artistas, al aislamiento y a la gratuidad. Al no tener un objeto, su valor como expresión de la vida colectiva no es más que un valor secundario y contingente. No así la arquitectura, el cinematógrafo y hasta la misma fotografía, manifestaciones estas casi industriales del arte, con resabios de usina y de laboratorio, y que son, a mi juicio, los grandes instrumentos de expresión de los tiempos actuales. ¿Significa esto un debilitamiento de las posibilidades estéticas de nuestra época? Aunque así lo fuera- y así me inclino yo a creerlo- no es menos válida la constatación. Porque cada época ha de expresarse como pueda, según su propia y profunda originalidad. lo contrario significaría la caída en un muerto recetario. Aún en el caso, dice Maritain, en que un cambio en los procedimientos expresivos rebajara el nivel general del Arte, él es la condición propia de la vida y del nacimiento de las grandes obras. Queda siempre para el arte una necesidad fundamental de novedad: "il est saisonnier comme la nature".Estamos pues, en la época del arte gratuito, es decir, en la época del arte de caballete. Rotos los vínculos del arte con la vida, es el Museo quien ha de recoger los deshechos de un arte que la vida rechaza. Estamos, por excelencia, en la época del museo.Y hablemos de los más perfectos museos del mundo, que son los museos norteamericanos.Si en Europa el museo es una cosa juzgada necesaria, ¿cómo no ha de serlo en América?. En América, el arte y la vida son dos cosas de tan distinta categoría y especie, que un intento de vincularlo, aunque sea teóricamente resultaría inadecuado. El ritmo del uno se opone demasiado violentamente al ritmo de la otra.En Europa el museo es todavía como una prolongación de la ciudad, siendo la ciudad un poco museo. Y cuando, por ejemplo, accedemos en Florencia a los Uffizi o al vaticano en Roma, no cuesta mucho acomodar nuestro espíritu a un ritmo que la ciudad aún no contradice. Es sobretodo en América donde experimentamos con más agudeza lo que un museo representa como cosa especializada, encerrada y marginal, ajena a la vida que fluye afuera con estrépito indiferente.En el Metropolitan de Nueva York, no hace falta buscar el apartamiento silencioso de la Tumba de Perneb para sentirse lejos del mundo. Basta trasponer la puerta de acceso, en cuyos cristales se rompe con vibración de terremoto el rumor de la 5ta. Avenida.los museos de América son así lagos de paz en que se remansan las aguas forasteras del arte. Hay muchos, muchísimos museos en América. los hay, en cantidad nunca singular, en ciudades grandes y en ciudades chicas. cada Universidad, cada colegio posee su propio museo anexo. Y eso sin contar las innumerables galerías comerciales- en Nueva York la calle 57 está casi exclusivamente ocupada por ellas- y las incontables colecciones particulares, a veces de calidad, y que, al final acaban siempre por engrosar el patrimonio de algún museo.Por cierto que es gracias al esfuerzo particular que se inicia y se desarrolla la vida de esas instituciones. Las fundaciones culturales norteamericanas raras veces deben algo al estado. El Metropolitan de Nueva York, por ejemplo, salvo en lo que se refiere al terreno que ocupa- una pequeña fracción del inmenso Central Park-, se debe integramente a la ya legendaria generosidad del magnate yanqui. Es cierto que la ciudad contribuye con una subvención de 18.000 dólares. pero ¿ qué representa esta suma irrisoria al lado de los 2.000.000 de dólares a que alcanza normalmente el presupuesto anual del Museo?Yo me he interesado particularmente en conocer la forma en que se hace efectiva esta ayuda privada, cuya influencia en la vida del museo americano es tan decisiva. El Metropolitan, que es el más antiguo, el más experimentado y el más rico, y cuyo mecanismo sirve de patrón a los restantes del país, clasifica sus benefactores en 7 categorías.La contribución de 50.000 dólares o más en dinero, propiedades u obras vuelve al donante candidato a ser declarado Benefactor del Museo. Si se piensa que en la actualidad la lista de benefactores incluye 110 nombres, se tendrá una idea de lo que significa para el Museo el total que forman esas contribuciones, que raramente no son muy superiores a 50.000 dólares.Si la contribución es sólo de 5.000 dólares el donante puede ser declarado Amigo del Museo a perpetuidad, con el privilegio de poder nombrar sucesor de su título. La contribución de 1.000 dólares convierte al donante en "amigo en vida" del Museo.Pero hay además honores menos costosos: miembros contribuyentes que pagan por año un mínimo de 250.000 dólares, miembros sostenedores a razón de 25 dólares, y por último, los más numerosos, llamados miembros anuales, que pagan anualmente la módica suma de 10 dólares. A fin de estimular la conscripción de estos últimos, que dado su número- alrededor de 60.000- representan para el museo una entrada periódica no espreciable, se les concede los mismos derechos que a los otros, es decir: entrada libbre, con su familia y amigos no residentes en la ciudad, servicio gratuito de los instructores del museo, conferencias especiales, conferencias para niños, algunas publicaciiones gratis, etc. etc.He dicho hace un momento que el presupuesto anual del Museo Metropolitano era de 2.000.000 de dólares. De ellos, en años de economía rigurosa como el próximo pasado, fueron invertidos 500.000 en la adquisición de objetos de arte y libros. No se me escapa la crueldad de comunicar estos datos aquí, entre estos muros, y en presencia de los eñores Chiappori y da Rocha que el otro día no más me instruían de sus angustias mensuales ante las irrisorias facturas de la corriente eléctrica que consume nuestro museo.Aparte de lo que significa en la acción educativa del Museo el sólo hecho de exhibir ordenadamente sus magníficas colecciones, su obra de extensión cultural es permanente y vastísima. Quiero citar primeramente lo que en este sentido representan las colecciones especiales para préstamo a instituciones educacionales. Estas colecciones incluyen más de 58.000 diapositivos y 14.000 fotografías, con reproducciones de arquitectura, escultura, pintura, impresos y objetos de arte decorativo. Y además, facsímiles de grabados y dibujos, cerámicas y tejidos-.y reproducciones electrotípicas de monedas antiguas.Una organización inteligente preside estas actividades. Para facilitar y hacer más eficiente la labor de los benefiiciarios de estos préstamos, el Museo, por medio de su personal especializado, prepara colecciones de diapositivos que se suministran ya ordenadas y metodizadas con relación a determinados problemas o épocas del arte.Los niños, que en la civilización norteamericana ocupan un lugar tan preponderante- lo que no impide que los niños más mal criados del mundo- tienen también su parte en estas actividades. El boletín especial destinado a ellos, trae mensualmente pequeños cuentos instructivos, de carácter histórico, algunas de cuyas escenas- marcadas en el texto con una referncia numérica- se corresponden con las ilustraciones ofreciads por los correspondientes diapositivos, y que muestran objetos de arte edificios o muebles de la época en que se desarrolla el episodio.No está demás hacer notar, a título de dato ilustrativo, en qué condiciones- desde luego liberalísimas- son concedidos estos préstamos. El prestatario ha de asumir toda responsabilidad por el objeto prestado. Y ya sabemos hasta que punto las leyes americanas obligan a cada cual a sentir agudamente su propia responsabilidad. Los préstamos no son, naturalmente, gratuitos. En América los servicios gratuitos no existen casi. La beneficencia no es, como entre nosostros, un vicio nacional. este hecho explica en gran parte la prosperidad de sus instituciones. Dos semanas antes de ser retirados los objetos, debe ser depositado el importe de su alquiler en la caja del museo. Los diapositivos son prestados por tres días. Si son usados dos veces, su precio se duplica. Todo otro material de estas colecciones puede ser prestado por dos semanas. Y conste que esto se cumple rigurosamente,sin excepciones de ninguna especie. Porque un museo de América se administra y conduce como una factoría, según una línea impecable de economía y orden.A riesgo de cansar la benevolente atención de Uds., apuntaré, por considerarlo útil, otro detalle:El costo de estos préstamos es de 1 dólar por 1 hasta 5 objetos. Por cada uno que exceda de los 5, hay una carga adicional de 5 céntimos. Todos los objetos son excepción de diapositivos y fotografías, se aseguran previamente, siendo la prima pagada por el prestatario.En cuanto a la debatida cuestión de los préstamos de las colecciones originales a otros museos o institutos de cultura, el Metropolitan la ha resuelto con criterio generosos, entre otras razones para hacerse acreedor de la reciprocidad con que repetidas veces ha sido ya favorecido. En 1933, el Metropolitan ha cedido obras de arte al gobierno italiano, para una exhibición en ferrara, a la Real Academia de Londres y al Museo de Antigüedades orientales de estocolmo. Durante el mismo año, ha participado además en exposiciones organizadas por 15 instituciones americanas.Por otra parte, y debido al creciente aumento de objetos y obras que por falta de espacio no pueden ser exhibidas, se ha establecido la costumbre de ayudar a otras instituciones con préstamos de larga duración. En el mismo año 1933, se ha ensayado una nueva experiencia en lo que se refiere a la utilización del exceso de las colecciones. En una ciudad tan inmensa como Nueva York, muchos de los que podrían recibir beneficios del Museo viven demasiado lejos para poder visitarlo con frecuencia. Para salvar este inconveniente, el museo ha organizado, durante la temporada de invierno, una serie de exposiciones vecinales circulantes. Una de Arte japonés y chino, la segunda de armas y tejidos de Europa de los siglos 15 al 18, y la tercera de arte del antiguo Egipto. Cada exposición llenaba ampliamente una gran sala, con material representativo de primer orden. Es verdad, dice Mr. Winlock, Director del Museo Metropolitano, que tales iniciativas inciden seriamente sobre las finanzas del museo (ya que es él quien costea todos los gastos de transporte, colocación y vigilancia de las obras), pero una sola exposición de esta clase beneficia a casi 500 adolescentes y niños por día, y es obvio entonces que el tiempo y el dinero han sido bien gastados.No pasaré sin referirme a un instrumento educativo de primer orden, que el Museo ha comenzado a emplear con éxito durante estos últimos años. Me refiero al cinematógrafo. El museo ha realizado una serie de cintas cinematográficas que se refieren a diversas fases o períodos del arte. Todos estos films pueden ser alquilados por instituciones educacionales. Se trata de cintas documentales-que son las mejores- como las que se refieren a los templos y tumbas del Antiguo Egipto realizadas por la expedición egipcia costeada por el propio museo. O bien son historias creadas exprofeso con el propósito de exhibir de un modo viviente, objetos de arte coleccionados en las diferentes reparticiones del establecimiento. Así la historia de Perseo, en que un estudiante en ranse de observar un vaso griego, repara de pronto en que las figuras que lo ilustran cobran vida y animan la historia de la muerte de la Gorgona. Otros films análogos sirven de pretexto para mostrar el uso de las armas, la fabricación de tapices y cacharros, etc.,etc. Todo esto es un poco ingenuo y ñoño, realizado con criterio de institutriz protestante, pero no se puede negar la posibilidad de sacar, con inteligencia y arte, un buen partido de tales iniciativas.Para terminar con esta rápida reseña de las actividades laterales del museo, no he de pasar por alto la sección destinada a la ayuda de las artes industriales, en que un miembro especial del "staff" del museo está destinado a contribuir a que las colecciones sean accesibles a dibujantes, industriales, artesanos y obreros manuales, en lo que atañe a sus particulares problemas: la sección conferencias con aulas y un gran auditorio; los conciertos semanales, gratis para todo el mundo. Las lecciones en las galerías, dadas por instructores del Museo mediante una retribución de un dólar por hora y por grupos no superiores a 4 personas. Y la biblioteca, con 54.000 volúmenes y más de 80.000 fotografías relacionadas con el arte. Un detalle no carente de interés pintoresco: sillas con ruedas son proporcionadas gratuitamente a aquellas personas que, por incapacidad física, no pueden efectuar a pie el recorrido de las galerías.Al hablar del museo metropolitano, he hablado del que tipifica al museo clásico, al museo tradicional, al museo serio y poderoso que vive del pasado y que justifica el calificativo con que he comenzado esta disertación. A él llegan sólo las obras consagradas definitivamente por el tiempo y la opinión general. Para conservar su categoría académica y ceñida, una política de seguridad y prudencia lo rige. Y si esto le confiere autoridad, le quita vida, sustrayéndolo del flujo inquieto- y a veces turbulento- de lo actual.De ahi la necesidad, sentida en los grandes centros de arte, de constituir, al márgen de aquellos, recintos abiertos a las afirmaciones- a menudo de carácter polémico- del arte contemporáneo. Mucho es lo que, en este sentido, se ha hecho ya en ciudades europeas y americanas. los propios grandes museos han comenzado a adoptar una actitud por lo menos transigente ante el arte contemporáneo. en el duodécimo congreso de Historia del Arte, reunido en Bruselas en 1930, fue votada una invitación a los más importantes museos del mundo en el sentido del acrecer las secciones consagradas del arte actual.Pero el arte contemporáneo es un problema dificultuoso para grandes museos como el Louvre o el Metropolitan, desarrollados en el siglo 19 y destinados a ser depositarios de reliquias. es así que en Londres, en Paris, en Berlín, en Munich, en Amsterdam, en Roma, en Madrid y hace pocos años en Nueva York, ciudades todas estas que poseen grandes museos dedicados al arte histórico, se han creado, además otros de arte contemporáneo, instalados no sólo en edificios diferentes, sino tambien con personal especializado.En un opúsculo publicado en 1931 por Mr. Alfred Barr (Junior) actual director del Museo de Arte Moderno de Nueva York, y en el que aboga por la fundación del mismo- cosa ocurrida poco después- se detallan así las ventajas de establecer por separado una institución de este carácter.1º El Museo de Arte Moderno libra al gran museo tradicional del engorro de exhibir algo en lo que no está profundamente interesado.2ºColoca al arte actual en manos de una institución especialmente equipada para tal problema, ya que un museo de arte moderno debe funcionar de acuerdo a un ritmo muy diferente del que rige al museo tradicional. El museo de arte moderno debe organizar frecuentes exposiciones, que sean la continuada evidencia de lo que está produciendo el arte actual. Y siempre, en su colección permanente y básica ha de efectuar adiciones y cambios más frecuentes.3ºEl Museo tradicional, como el Metropolitan, adquiere sólo lo que se considera cierta y permanentemente válido. lo contrario sucede en museos de arte moderno como el Luxemburgo de Paris o la Tate gallery de Londres. Forma parte del programa de éstos el correr riesgos en la adquisición de pintura y escultura contemporánea.4ºFinalmente, la ubicación y el tamaño de un museo de arte moderno, como institución separada y más pequeña, comporta ya una ventaja. Todos conocemos el cansancio del museo, esa terrible fatiga física y mental quue produce un gran museo, con sus interminables corredores, el amontonamiento de sus galerías y sus innumerables y dispares exhibiciones.CConsideraciones como las que preceden, sintetizan los objetivos de una campaña llevada a cabo con entusiasmo. campaña que tuvo como resultado la creación en Nueva York, siempre por iniciativa particular, del actual Museo de Arte Moderno, que dirige, como ya lo he dicho, Mr. Aldfred Barr (Junior).La obra cultural que desarrolla este admirable museo es enérgica y vasta. Situado en pleno corazón de la ciudad, en la calle 53, a pocos pasos de la 5ª Avenida, participa- y su ubicación lo ayuda en ello- del ritmo inquieto de lo actual. Mientras yo me encontraba en Nueva York, ocurrió algo trascendental en la vida de este pequeño museo: la incorporación definitiva a su naciente patrimonio de la colección Cornelius Bliss, que si bien se encontraba desde hacía tiempo expuesta en sus recintos, sólo lo era en calidad de préstamo. Mr. Bliss postergaba su donación hasta el momento ern que la institución contara con un capital de 500.000 dólares, requisito que quedó cumplido a comienzos de este año. de la importancia de esta colección, avaluada en la actualidad en 800.000 dólares, da una idea el hecho de incluir 12 Cezanne, 3 Mattisses, 2 Picassos, 2 Renoir y varias otras piezas representativas del arte contemporáneo.[...]Reproduce la conferencia "Museos" del Arquitecto Alberto Prebisch. Prebisch describe y analiza algunos museos americanos, después de haber estado viajando por Estados Unidos. Asimismo agradece la gestión cultural de la Asociación Amigos del Museo.
Ayudas para la búsqueda
Vol.1;1;2 - 7
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